"People will accept your ideas much more readily if you tell them Benjamin Franklin said it first"
DHC

11.5.11

AYER

De acuerdo, empiezo, a ver qué logro recordar. Me levanté tarde, relativamente, porque sabía que no debía ir a trabajar. Había hablado con Papá la noche anterior y, por más sentido que tuviera su argumento de “mi negocio es tu futuro, tu responsabilidad, ven a ayudarme”, expuesto más brutalmente que de costumbre, no planeaba hacer de cajera por ocho horas hasta entrada la noche- tenía clase al día siguiente. No era por no tener mis cosas listas o por querer descansar, lo que ahora me es imposible, si no porque era mi último día de vacaciones y debía ser mío. Técnicamente, el último día de mis vacaciones fue dos días antes, pero eso no era razón para que este día no fuera mío.

Cuando estaba ya medio despierta, tuve uno de mis sueños recurrentes: levanté mi iPod, vi la hora y sentí que había perdido todo el día. Usualmente tardo sólo unos segundos en recordar que esa hora no es real. Ayer me tomó más tiempo. En fin, antes de las nueve estaba en el sofá, echada, viendo televisión, mirando sin ver, junto a otros dos muertos vivientes. No pude mover ni un músculo por casi dos horas, si no para cambiar de canal. No había desayuno aún y no tenía ganas de improvisar, así que me quedé quieta. Perdí dos horas de mi vida; me arrepentí todo el día por no haber visto las comiquitas porque era mi última oportunidad, mi último día.

Toda la mañana esperé la llamada que me reclutaría al trabajo, y llegó, pero no para mí. Por ello, aproveché el día para hacer todo lo que no había hecho. No leer la pila de libros que estaba al lado de mi cama, si no ordenar, limpiar y preparar mis cosas. Tardé casi una hora, pero fueron los segundos mientras detenía el sangramiento de mi dedo en carne viva, sin saber qué le había sucedido, los que no me dejaron llegar a tiempo a la misa reglamentaria. Cuando terminé de vestirme, mientras me apuraban y gritaban, noté que se habían ido sin mí. Luego de eso fue que noté que tenía bastante tiempo para ir y alcanzarlos, pero no lo hice. De todas formas no quería ir. No hubo problema; terminé lo que estaba haciendo y ayudé a buscar el número telefónico para pedir el almuerzo improvisado antes de que volvieran.

Logré planear mi tarde. En lugar de perder el tiempo, iría al centro comercial más cercano en busca de ropa formal para mi pseudo-confirmación que se aproximaba y también aprovecharía el viaje para comprar el regalo de Mamá. Iríamos todos, pero hubo complicaciones. Al final, las más pendejas salimos a la aventura y, por si fuera poco, a pie. No nos permitieron tomar la ruta cercana, corta y fácil. ¿Por qué? Porque todo era inseguro y solitario. El plan era ir a un centro comercial en el que tomaríamos el autobús al otro. Mientras el autobús que nos llevaría al primero no llegaba, decidimos empezar a caminar. Casi habíamos llegado cuando paramos en una esquina confusa sin saber a qué lado cruzar. Justo en ese momento, un autobús nos alcanzó. Nos subimos y en un minuto habíamos llegado. Por ende, perdimos tiempo y dinero en el trayecto, pero logramos llegar.

Fue una odisea para encontrar el regalo perfecto. Teníamos algunas opciones establecidas, pero ninguna tanto como la más necesaria, casi imprescindible. Compraríamos una licuadora. A pesar de esto, no sabíamos cuál. La situación empeoró cuando la ayudante no hizo más que mostrarnos las cajas que estaban muy arriba y ofrecernos un descuento por una que había sido saqueada. Eso pareció cambiar totalmente la perspectiva del asunto. Resultó extremadamente incómodo, en especial cuando la vimos de nuevo en la farmacia un rato después, pero sobrevivimos. Luego de decidir más por los precios que por la diferencia de calidad entre el vidrio y el plástico, nos llevamos una licuadora nueva, felicitando por el día del trabajador a todos en el camino.

Para no sobrepasar el presupuesto, decidimos posponer los demás regalos y buscar lo que nos habían pedido que buscáramos. No lo encontramos, así que improvisamos.

Llevando una caja de tamaño anormal, visitamos todos los rincones posibles, pero era hora de irnos. Caminamos hasta la parada, afortunadamente establecida junto a una patrulla de policía. Pasó un buen rato y sólo vimos una posibilidad que nos ignoró, dio la vuelta y siguió en dirección contraria. Nos dio tiempo de entablar una conversación con una mujer poco enigmática que tampoco sabía sobre la situación de los autobuses. Asumimos que se debía a que el día era feriado. Debatimos sobe si debíamos aclarar nuestras dudas con los patrulleros, además de decidir que serían nuestra única opción segura para volver si la noche llegaba antes que nuestro transporte. Intentamos pensar en otras soluciones. Subimos la calle hasta la esquina para esperar, hasta que llegó nuestra escapatoria.

Finalmente habíamos regresado y todavía no era tarde. Esperamos a que nos avisaran cuándo Mamá estuviera ocupada o distraída para que no viera nuestro botín, pero tardamos mucho. Al subir las escaleras, cerré detrás de mí la puerta principal, dejando del otro lado la caja, mientras la llevaban a la cocina, mostrándole la ropa que le compramos. Logré rescatar ruidosa y torpemente la caja para esconderla en mi cuarto. La forré con periódico unas horas después, por haber estado esperando colaboración prometida para mi proyecto manual, que terminé por hacer sola, ensuciando mis manos y piernas tanto como mis sábanas.

Mamá se fue a dormir, dejé todo listo para volver a clases, me quejé con todos por eso y por la falta de ayuda, calculamos precios, pagué mis deudas, tomé la caja y la puse en la cocina, donde estaba nuestra licuadora vieja antes de volverse obsoleta. Me dirigí a mi cuarto, realizada, casi completa, recordándome más nunca salir durante el día del trabajador, pensando en lo poco que dormiría, lo que habíamos logrado con este nuevo regalo y qué nombre debíamos ponerle. Penélope quedaría bien.

2 comentarios:

  1. Cuándo nos va a dar algo nuevo? Extraño sus mejores textos, esos que esconden tras la alambrada de su cuaderno

    ResponderEliminar
  2. Estoy trabajando en eso, todo el tiempo y, como verás, la alambrada se ha ido.

    ResponderEliminar